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Porqué todavía creo en el matrimonio, aún después de mi divorcio.

A casi dos años desde mi separación, y a un año y medio de haber finalizado mi divorcio -después de 11 años de matrimonio- volteo hacia atrás y veo lo que en este tiempo ha cambiado; principalmente mi aceptación de la situación, un redescubrimiento de mí misma y del aprender a disfrutar de la gran tranquilidad, felicidad y libertad que uno encuentra en la soledad. Pero dentro de estos cambios, algo permanece igual: la fé que tengo en el matrimonio.

A pesar de haber fallado en el mío, sigo creyendo en el matrimonio y en la integridad de la pareja como base de una vida en familia.

Estoy consiente de que el matrimonio es una vocación en la cual muchos no están interesados, y respeto a todos aquellos que eligen otro camino para su vida personal, después de todo, es la diversidad lo que enriquece el crecimiento de la sociedad. Pero escribo esto como el aprendizaje de alguien que eligió y cree en el sacramento del matrimonio como su camino a seguir.

Para mí, como alguien que fuertemente creía en el matrimonio como un compromiso de por vida, esto es lo que puedo reflexionar después de mi divorcio:

  1. Fallé en mi matrimonio. Eso es algo muy difícil de aceptar, y aceptarlo duele. Pero aceptarlo es necesario para hacer las pases con el pasado, para aprender, para perdonar y para seguir adelante.

  2. Fallar avergüenza. Duré varios meses sin poder decir “soy divorciada”, por la vergüenza que esas palabras generaban en mi cabeza. Pero con el tiempo aprendí a aceptarlas como parte de mí, parte de mi historia, parte de las enseñanzas que me han forjado en lo que soy, y aprendí a verlas como parte de la eterna imperfección de nuestra condición humana. Ahora, decir “estoy divorciada” sigue cargando la misma historia, los mismos aprendizajes, pero ya no carga vergüenza para mi. Aprendí a decir: soy divorciada, soy imperfecta, soy humana. Y no hay vergüenza en ello.

  3. Fallar en el intento, no significa que el objetivo sea el equivocado. Sólo significa que dos personas fallaron en alcanzarlo.


Tal vez el número de parejas que fallan sea alto, pero eso no significa que el matrimonio sea una construcción insostenible. Significa simplemente que no es fácil de sostener.

Volteando hacia atrás, ese es el mayor aprendizaje que estos años me han dejado: la realización de que el matrimonio no es fácil. Aún así, conozco muchas parejas que han logrado mantenerlo y aunque son parejas a quienes ya desde antes admiraba, mi nivel de respeto y admiración por ellos es ahora aún mayor.


Nunca pensé que el matrimonio fuera fácil en sí, pero incorrectamente pensaba que la clave era tener “los ingredientes correctos” y el resto era automático. Nunca imaginé que el matrimonio requiere trabajo incluso cuando hay amor, amistad y Fé de por medio.


Si el final hubiese sido otro, mi matrimonio podría haber sido escrito como una novela con final feliz: dos mejores amigos que siempre estuvieron ahí el uno para el otro, con el paso de los años se enamoraron y compartiendo una Fé en los mismos valores decidieron casarse y formar una familia. Desde cierto punto de vista, todo parecía una relación perfecta.

Ahora que el final está escrito, resulta que no era un perfecto cuento de hadas, sino la triste historia de dos seres lastimados que no supieron sanar su pasado y poco a poco destruyeron su vida juntos hasta que todo se derrumbó. Más un libro de terror psicológico que un cuento romántico, a pesar de haber empezado igual.

Entonces... si los primeros capítulos son iguales ¿Qué hace que una historia tenga final feliz con una pareja juntos de por vida, y otra historia tenga un final agridulce, con dos personas rehaciendo su vida por separado? ¿Es que el matrimonio es simplemente un juego de azar, con algunos destinados a fallar?


No. No creo que el amor es un juego de azar. Creo que dos personas pueden decidir estar juntas de por vida. Pero esa decisión no es siempre fácil, y las probabilidades son aún peores cuando consideramos que requiere un compromiso constante de dos. Solamente dos “SÍ” pueden mantener un matrimonio. No es de sorprender entonces que tantos fallen en el intento.


Antes de continuar, remarco de nuevo que este es un aprendizaje personal. No tengo la clave para un matrimonio perfecto. Lo único que tengo son las lecciones de un matrimonio fallido.


Así como cada persona tiene sus retos individuales, así cada pareja tiene sus propias batallas. Pero comparto esto para aquellos a los cuales tal vez les sirva escucharlo.


En este caso, si había amor, y había amistad y había Fé... ¿Que faltó?


Lo que faltó puede sonar insignificante, pero volteando hacia atrás, veo que ese fue el principio del fin: faltó admiración.


Al inicio existía. Pero desafortunadamente, el paso de los años y las batallas de la vida diaria fueron erosionando esa admiración, hasta que desapareció sin que ninguno de los dos nos diéramos cuenta.


Su ausencia no se notó al inicio, pero poco a poco fue destruyendo uno de los pilares centrales de la relación.


La admiración es una pieza del respeto. Y el respeto es una gran parte del amor.


Admiración significa reconocimiento. Significa observar a la otra persona con intención. Reconocer sus esfuerzos, agradecer su trabajo y respetar sus intereses.


Sin admiración, el respeto se convierte en burla, el reconocimiento se convierte en indiferencia y el amor pierde su fuerza.


La admiración viene fácil al conocer a alguien por primera vez. Pero requiere intención admirar a alguien a quien vemos diario, o conocemos casi tan bien como a nosotros mismos, sea la pareja, hermanos, padres o amigos.


Nadie somos perfectos, pero todos tenemos cualidades dignas de admirar. Sea la pasión por un hobby, sea el cuidado por los demás, sea una habilidad específica, sea la forma de cuidar el hogar.


Ninguna relación es perfecta, pero todas tienen cualidades que se pueden fomentar para fortalecer una unión. Un matrimonio que perdure requiere intención. Requiere admiración activa. Requiere respeto genuino. Requiere reconocimiento y valoración.


¿Es difícil? Sí. Bastante. Es fácil dejar que el cansancio y la rutina ganen. Es fácil olvidar que la otra persona también está cansada. Es fácil ver lo que a uno le falta, pero muy difícil ver lo que no se da.

Fallé en mi matrimonio. Fallé al dejar de admirar a mi pareja. Fallé al dejar que el respeto y el interés se perdieran. Fallé al no valorarlo. Fallé al pensar que siempre estaría ahí.


No se qué es lo que me depara el futuro. Pero sé que el ser esposa de alguien es un compromiso que subestimé. Si en mi futuro está permanecer soltera, entonces viviré mi vida apreciando lo que tengo. Y si en mi futuro está el vivir en matrimonio de nuevo, entonces intentaré vivir cada día apreciando lo que tengo, empezando por la persona a mi lado.

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